viernes, 18 de abril de 2008

LOS COMPLEJOS Y EL INCONSCIENTE (Extracto)

CARL GUSTAV JUNG
1875-1961

Carl Jung, un extraordinario teórico (en un tiempo el heredero del trono de Freud) discierne, en este escrito sobre las peripecias del alma y de eso que llamamos conciencia. Con esta finalidad, extraje dos reflexiones de su libro Los Complejos y el Inconsciente (Küsnacht-Zürich, enero 1944, Pp. 4-43); donde nos deleita con su buen ánimo al escribir sobre las contrariedades de lo humano. Espero disfruten, tanto como yo, los párrafos que se leen a continuación:

1. Facetas del Alma Contemporanea:

La psicología, en su desarrollo actual, se preocupa especialmente del condicionamiento físico del alma; en el futuro, la tarea de la psicología será estudiar el condicionamiento espiritual de las operaciones psíquicas. Pero la historia natural del espíritu se encuentra hoy todavía en un estado comparable al de las ciencias naturales del siglo xiii. Estamos apenas comenzando a confrontar experiencias.

Si la psicología moderna puede gloriarse de haber arrancado hasta el último velo que disimulaba la imagen del alma, éste es sin duda el que ocultaba su apariencia biológica a los ojos de los sabios. Podemos comparar la situación actual con el estado en que se encontraba la medicina en el siglo xvi, al iniciarse la anatomía y cuando la fisiología estaba todavía en el limbo. De modo parecido, nosotros no tenemos sino algunas apreciaciones sobre la vida espiritual del alma. Hoy sabemos, es cierto, que se dan en el alma operaciones de metamorfosis condicionadas espiritualmente y que se hallan, entre otras, en la base de las iniciaciones bien conocidas en la psicología de los primitivos o de los estados engendrados por el yoga. Pero todavía no hemos logrado definir las leyes singulares a las que obedecen. Sólo sabemos que la mayoría de las neurosis están relacionadas con una perturbación de estos procesos.

La investigación psicológica no ha logrado librar al rostro del alma de sus velos múltiples, pues ésta es lejana, inabordable y oscura como todos los secretos profundos de la vida. Lo más que podemos hacer es decir lo que ya hemos intentado y lo que pensamos emprender en el futuro para acercarnos a la solución de este enigma impenetrable.


2. Reconquista de la Conciencia

En el dominio psicológico siempre he sentido una extremada dificultad en comunicar a mi auditorio cosas asequibles al gran público. Ya tropezaba con esta dificultad cuando, siendo un joven médico, me encontraba en el asilo de alienados. En efecto, todo psiquiatra descubre, con asombro, que su opinión sobre la salud mental y sus trastornos no es tenida por competente y que la gente común pretende saber mucho más que él sobre esta materia. El enfermo, le dicen, todavía no se sube por las paredes, sabe dónde se encuentra, reconoce a sus parientes, ni siquiera ha olvidado su nombre; no está, pues, seriamente afectado, sino sólo un poco triste o un poco exaltado, y la idea del psiquiatra de que su enfermo padece tal o cual enfermedad no es más que un profundo error.

Esta frecuente constatación se ha extendido ya al dominio psicológico. Aquí las cosas son todavía mucho peor, pues todo el mundo pretende con gran seguridad que la psicología es precisamente lo que él conoce mejor. «Psicología» es siempre para el que acaba de llegar su psicología (que él es el único en conocer), cualquiera que sea la psicología a secas existente. Por instinto, todo hombre supone que su constitución psíquica, por personal que sea, pertenece a la «condición humana» y que cada uno, dentro del conjunto, es semejante a los demás, es decir, a él mismo. El hombre espera esta semejanza de su mujer; la mujer, del hombre; los padres, de los hijos; los hijos, de los padres, etc. Es como si cada uno mantuviera con su mundo interior las relaciones más inmediatas, íntimas y pertinentes, y como si el alma personal representara al alma de toda la humanidad, de suerte que no hubiera obstáculo en conferir, por generalización, un valor universal a lo que se encuentra en sí mismo. El sujeto es presa de un asombro sin límites, se siente entristecido, asustado e incluso exasperado cada vez que esta regla no se confirma manifiestamente, es decir, cada vez que descubre que otro ser es realmente otro. Las diversidades psíquicas no despiertan por lo general el interés que se concede a simples curiosidades más o menos atractivas; se las siente más bien como penosas y casi insoportables o incluso como intolerables, falsas y condenables. Un comportamiento que difiere de una manera manifiesta de la norma general y admitida produce el efecto de una perturbación introducida en el orden del mundo; es como un error que debe ser reparado lo antes posible, como una falta que es un deber denunciar y reprimir. Hay, incluso, como es sabido, importantes teorías psicológicas cuyo principio supone la similitud en todo lugar y en todo tiempo del alma; hay motivos, pues, para explicarla—cualesquiera que sean las circunstancias—desde un solo punto de vista. La monotonía aplastante, postulada por semejantes teorías, está contradicha por la diversidad individual, que en el dominio psíquico llega a lo infinito. No obstante, prescindiendo de estas variaciones individuales, una de las teorías a las que aludo explica principalmente la fenomenología psíquica por la biología del instinto sexual (Freud), mientras que otra (Adler) se basa en la no menos conocida voluntad de poder. Esta contradicción conduce a ambas teorías a encerrarse en su principio inicial y a pretender que fuera de ella no hay salvación. Cada una de ellas niega el fundamento de la otra, y uno se pregunta en vano, a primera vista, cuál de las dos es la verdadera. Por mucho que los sostenedores de los dos partidos se esfuercen recíprocamente por ignorarse, su actitud no basta para eliminar la contradicción. La clave del enigma es, sin embargo, de una simplicidad desconcertante: cada una de estas dos teorías tiene razón en su sentido, al describir una psicología conforme a la de sus partidarios. Es, libremente ilustrada, la célebre frase del Fausto: «Te pareces al espíritu que concibes.» Pero volvamos a ese prejuicio, por así decirlo, inexpugnable del sentido común, de que todo en los demás es igual que en uno mismo. Aunque, en general, se concede sin dificultad la diversidad de las almas humanas, no por ello se olvida perpetuamente en la práctica que «el otro» es, en realidad, otro ser, cuyos sentimientos, pensamientos, percepciones y deseos son diferentes de los nuestros. Hay incluso teorías científicas, como hemos visto, que llegan hasta suponer que a todos nos aprieta el zapato en el mismo sitio. Junto a estas querellas intestinas entre concepciones psicológicas (divertidas, en último término), hay numerosos postulados de igualdad, plenos de consecuencias sociales y políticas que olvidan, con gran ligereza, la existencia de las almas individuales.

En lugar de irritarme en vano ante semejante estrechez de puntos de vista, me he extrañado de su existencia y me he dedicado a buscar los motivos a los que se puede achacar. Esta manera de considerar el problema me ha conducido a estudiar la psicología de los pueblos primitivos. En efecto, desde hacía mucho tiempo me sorprendió ver que lo que inclina las más de las veces al hombre hacia el prejuicio de igualdad de estructura psicológica y de identidad es, en parte, cierta ingenuidad. En la humanidad primitiva este prejuicio se extiende, en efecto, no sólo a todos los hombres, sino también a las cosas de la naturaleza, a los animales, a las plantas, a los ríos, a las montañas, etc. Todo posee algo de psicología humana, hasta los árboles y las piedras, que están dotados de palabra. Y al igual que entre los humanos hay algunos que se apartan manifiestamente de la norma común y que pasarán por ser magos, hechiceros, jefes de clanes o medicine-men, así también entre los animales habrá coyotes-médicos, pájaros-médicos, lobos-hechiceros, etc., títulos honoríficos que sólo se confieren a un animal si se comporta de forma inusitada, contraviniendo el prejuicio tácito de la igualdad. Este prejuicio es manifiestamente una supervivencia poderosa de un estado de espíritu primitivo que se basa, en el fondo, en una diferenciación insuficiente de la conciencia individual. La conciencia individual o conciencia del yo es una conquista tardía de la evolución. Su forma original es una simple conciencia de grupo, todavía tan rudimentaria en ciertas tribus contemporáneas que ni siquiera se dan un nombre propio que los distinga de las poblaciones vecinas. Así he encontrado en África oriental una pequeña tribu que se llamaba a sí misma «la gente que está aquí». Esta primitiva conciencia del grupo se perpetúa en la conciencia familiar moderna; es frecuente encontrar familias en las que sería difícil caracterizar individualmente a sus miembros de otra forma que mediante su apellido, lo que, por otra parte, no parece afectar mucho a los interesados.

La conciencia del grupo, en el seno de la cual los individuos son perfectamente intercambiables, no representa el peldaño más bajo de la conciencia; testimonia ya, al contrario, cierta diferenciación. El primitivismo más rudimentario posee, sin duda, una especie de conciencia difusa de las cosas y del universo (Allbewusstsein), unida a una inconsciencia total del sujeto sometido a las representaciones. A este nivel no hay persona actuante, sino sólo acontecimientos.

Cuando doy por descontado que lo que a mí me gusta conviene también a otros, tal suposición constituye una supervivencia notable de la noche originaria de la conciencia, de esa época en la que no existía todavía ninguna diferencia perceptible entre el yo y el tú, y en la que todos los seres pensaban, sentían y querían lo mismo. ¿Sucedía que el vecino no estaba «orientado» paralelamente? Se originaba una turbación. Nada provoca tanto pánico en los primitivos como lo extraordinario, tras lo que captan inmediatamente el peligro hostil. Esta reacción originaria sobrevive asimismo en nosotros: ¡con qué facilidad nos ofendemos si no se comparte nuestra convicción! Nos sentimos heridos cuando a alguien no le parece bello lo que nosotros alabamos por su belleza. Todavía hoy perseguimos a cualquiera que no piense de acuerdo con nuestros pensamientos; seguimos queriendo imponer a los demás las opiniones que deben tener, queriendo convertir a los pobres paganos con objeto de salvarles del infierno, que es —creemos con seguridad—la suerte que les espera; experimentamos incluso un miedo abominable ante la idea de quedarnos solos frente a nuestra convicción.

La igualdad psíquica de los hombres es un postulado tácito, una convención no formulada pero existente que proviene de la inconsciencia originaria del ser. En la humanidad de los orígenes había algo así como un alma colectiva en el lugar de nuestra conciencia individual, que no emergió sino gradualmente en el trascurso del progreso de la evolución. La condición primordial de la existencia de la conciencia individual es su diferenciación respecto a la conciencia de los otros. Así, pues, se podría comparar la génesis de la evolución psíquica con un cohete que estalla ya al final en un haz de estrellas multicolores.

La psicología, en tanto que ciencia empírica, es de fecha muy reciente, Apenas si tiene cincuenta años y está todavía en mantillas. La hipótesis de la igualdad, hasta entonces dominante, impidió su desarrollo más precoz. Por ello se puede apreciar hasta qué punto la diferenciación de la conciencia es de fecha reciente. Apenas acaba de surgir penosamente del sueño originario; está adquiriendo, lenta y torpemente, noción de sí misma. Acunarse en la ilusión de que se ha alcanzado alguna cima sería una locura. Nuestra conciencia contemporánea no es sino un recién nacido que empieza a decir «yo».

Reconocer hasta qué grado increíble las almas humanas son diferentes entre sí fue una de las experiencias más impresionantes de mi vida. Si la igualdad colectiva no fuera un hecho originario y la fuente primera y la madre de todas las almas individuales, sólo sería una gigantesca ilusión.

Pero, a pesar de toda nuestra conciencia individual, no deja de perpetuarse inquebrantablemente en el seno del inconsciente colectivo, comparable a un mar sobre el cual la conciencia del yo navegara cual un navío. Por eso nada o casi nada del mundo psíquico originario ha desaparecido. Al igual que los mares separan los continentes con su inmensidad y los rodean como a islas, así la inconsciencia originaria asalta por todas partes a las conciencias individuales. En el cataclismo de la demencia, el mar originario se lanza en oleadas desencadenadas al asalto de la isla que apenas emerge y la traga. En el trascurso de los trastornos nerviosos, hay diques que se rompen y campos fértiles que son devastados por la inundación. Los neuróticos son, sin excepción, habitantes de las costas, los más expuestos a los peligros del mar. Las llamadas personas normales habitan en el interior de las tierras, en un suelo seco y elevado, al borde de lagos y de ríos apacibles; ninguna marejada, por poderosa que sea, puede alcanzarles, y él mar está tan lejos que llegan a negar su existencia. La identificación con el yo puede ser tan profunda que los lazos que unen a la humanidad se aflojan y los hombres se alzan unos contra otros. Es grande la tendencia a que esto se produzca pues las voluntades individuales no son nunca completamente idénticas. Y, para el egoísmo primitivo, está claramente establecido que no es nunca el «yo» sino siempre otro quien «debe». La conciencia individual está rodeada por los abismos del inconsciente como por un mar amenazador. No está segura ni inspira confianza más que en la apariencia; en realidad, es algo frágil, vacilante sobre su base. En ocasiones, basta simplemente un poderoso afecto para perturbar de la forma más sensible el estado de equilibrio de la conciencia. El lenguaje lo expresa perfectamente: «La cólera me ha puesto fuera de mí», «me ha sacado de quicio», «no se le conocía ya», «se lo llevaban los demonios», «se salió de sus casillas» («aus der Haut fahren»), «hay cosas que le ponen a uno loco», «no sabía ya lo que hacía», etc... Todas estas frases corrientes muestran con cuánta facilidad una impresión quebranta la conciencia del yo. Estas perturbaciones causadas por las impresiones no sobrevienen, desgraciadamente, sólo por accesos, sino que pueden revestir un carácter crónico que engendra transformaciones duraderas de la conciencia. Debido a conmociones psíquicas, zonas enteras de nuestra naturaleza pueden hundirse en lo inconsciente y desaparecer de la superficie de la conciencia para años, incluso decenas de años. De ello pueden derivarse transformaciones duraderas del carácter; por eso se dice, y con razón: desde tal o cual acontecimiento «parece otro hombre». Semejantes desventuras no se dan sólo en sujetos que llevan el lastre de una grave herencia o en neuróticos, sino también en personas consideradas normales. Las perturbaciones suscitadas por las conmociones se llaman en lenguaje técnico fenómenos de disociación. En el curso de los conflictos psíquicos aparecen fallas de esta naturaleza que amenazan con arruinar la estructura quebrantada de la conciencia.

El habitante del interior, del mundo normal, que se jacta de no acordarse del mar, no vive tampoco sobre un terreno seguro sino sobre un suelo friable en el que en cualquier momento, por alguna hendidura continental, el mar puede precipitarse poderosamente. El primitivo conoce este peligro por la vida de su tribu y gracias a su psicología propia; son los perils of the soul, los peligros del alma, según el término técnico, entre los que cabe distinguir la pretendida pérdida del alma y la posesión. Ambos son signos de disociación. En el primer caso, el primitivo dice que un alma le ha abandonado, que ha emigrado; en el segundo, que un alma, con gran contrariedad por su parte, ha inmigrado a él. Esta manera de expresar las cosas es, sin duda, un poco insólita, pero designa bastante bien esos síntomas que hoy llamamos fenómenos de disociación o estados esquizoides. Tales fenómenos no son síntomas absolutamente morbosos, y se dan también en las latitudes de lo normal. Son, en este caso, transformaciones del sentimiento general de las cosas, saltos irracionales del temperamento, conmociones imprevisibles, aversiones súbitas, agotamientos psíquicos, etc. Se puede observar incluso fenómenos esquizoides análogos a la posesión del primitivo en el hombre considerado normal. Pues éste no es tampoco invulnerable al demonio de la pasión, ni está al abrigo de la posesión, aunque sólo sea por una fatalidad, por un vicio, por una convicción exacerbada; en resumen, por todo un haz de posibilidades que abren un abismo profundo entre él y los otros, suscitando un doloroso desgarramiento de su alma.

La escisión del alma es, para el primitivo, lo mismo que para nosotros, algo incongruente y enfermizo. Nosotros la denominamos conflicto, nerviosismo, demencia. No fue por error por lo que el relato bíblico de la Creación estableció una armonía plena y entera entre las plantas, los animales, los hombres y Dios en el símbolo del Paraíso, al comienzo de todo devenir psíquico, y por lo que discernió el pecado fatal en ese primer asomo de conciencia: «Seréis como dioses, conocedores del Bien y del Mal». Para el espíritu ingenuo, pecar era necesariamente romper la Ley, la unidad sagrada de la noche originaria hecha de una conciencia vaga, difusa, de las cosas y del universo (Allbewusstsein). Era la rebelión satánica del individuo contra la unidad. Era un acto hostil de lo inarmónico contra lo armónico, una ruptura de la alianza universal. Y, por ello, en la maldición divina se dice: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, y ésta te aplastará la cabeza, y tú la herirás en el talón» .

Y, sin embargo, la conquista de la conciencia fue el fruto más precioso del Árbol de la Vida, el arma mágica que confirió al hombre su victoria sobre la tierra y que le permitirá—esperémoslo así, por lo menos—una victoria todavía mayor sobre sí mismo .


domingo, 30 de marzo de 2008

Le encrucijada de las Apariencias



"Asistimos a una especie de reencantamiento del mundo como gran tendencia social. Allí donde había predominado una concepción muy racional de la sociedad, tanto en su relación con la naturaleza como con los demás, se ha producido un regreso de los valores, de lo que se entiende por el imaginario, de lo onírico y de los sueños colectivos".


Michel Maffesoli


"Debemos estar convencidos de que lo verdadero tiene por naturaleza el abrirse paso al llegar su tiempo y de que sólo aparece cuando éste llega, razón por la cual nunca se presenta prematuramente ni se encuentra con un público aún no preparado para ello".

Friedrich Hegel


"La Encrucijada de las Apariencias" es el título de un libro cuyo autor es Michel Maffesoli. El cual nos invita a reflexionar sobre la sutilidad de la aparente realidad. De ese sueño que llamamos realidad. Un sueño compartido por otros en la Memoria Holográfica de nuestros genes y de nuestros sentimientos. Pero: ¿Qué es realmente lo real?

La mayoría de las veces soñamos, a estilo de pesadilla a las demás personas; inventamos una especie de realidad paralela que es el otro. Obligamos al otro en una especie de Lecho de Procusto a amoldarse a la imagen que tenemos de él o que deseamos sea él. ¿Qué hay de los afectos del otro, de sus derechos a también forjarse una imagen nuestra? Esa pregunta siempre ha permeado mi alma, originalmente por ser la víctima complice de los deseos del otro, de sus expectativas en torno a mí y de mis expectativas en torno a él. Cuando era adolescente leí un pensamiento, que aún traquetea en mi mente: "Si quieres a alguien déjalo ir... Si regresa es tuyo... Sino regresa, nunca lo fue". La pregunta desde mis amadas cuatro décadas es: ¿Si, realmente tendremos derecho a que alguien sea nuestro o a ser de alguien, más allá de mi misma?

Otras veces soñamos, estilo sueño ideal, a los que amamos; sin pensar en sus virtudes o sus defectos, más allá del sueño de lo real. El sueño de lo real así, se convierte en bruma y en irrealidad. Los teóricos del Paradigma Holográfico dicen que una lente de Cámara ve más que los humanos, porque no hay censura en él. Es como si la experiencia a pesar de armar nuestro conocimiento del mundo, a su vez, lo vela. ¿Qué nos queda entonces? El sentir al otro, más que verlo con los ojos de nuestro rostro, es ver su rostro con los Ojos de nuestra Alma.

Claro, el otro al igual que yo, tiene virtudes y defectos; pero a pesar de ello, sin acostarlo en el Lecho de Procusto; poder conocer-sentir su más íntimo deseo de vivir como ser humano. Pienso que: "La encrucijada de las apariencias" se convertiría así, en una realidad de vida sentida y compartida para los seres humanos de este planeta tierra. Eso que llamamos realidad es el Amor (difícil pero impresindible amor) entre los seres humanos. Una realidad que va a ser percibida en un supremo instante, en el momento oportuno de nuestras necesidades, en el no-lugar (utopia) de nuestras emociones.

La Salud es una forma de percibir el Equilibrio Eros-Logos





“¡Dame Afrodita, la posibilidad de ser capaz de sentir el amor que es un deseo continuo por la belleza y haz que ese deseo haga de mí, como decía Sócrates, un hombre sabio y un hombre bueno...!”
Fernando Risquez (1983)
“Debemos ligar la ética de la comprensión entre las personas con la ética de la era planetaria que no cesa de mundializar la comprensión. La única y verdadera mundialización que estaría al servicio del género humano es la de la comprensión, de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”
Edgar Morín (1999)

Los aportes más relevantes de la psicología social y del imaginario cultural destacan que lo imaginario es todo aquello que tiende a convertirse en realidad. En parte porque la realidad no es más que una urdimbre construida por la imaginería humana; es el extracto de nuestro entorno vuelto sustancia.

Los análisis culturales de las últimas décadas de siglo XX, nos permiten reflexionar sobre la posibilidad de una nueva visión de los procesos sociales. Estos procesos sociales involucran a la educación, la salud, las relaciones interpersonales y otros aspectos de la interacción social. Todo lo que se relaciona al ser humano y a su vida es importante en la totalidad del proceso. Es relevante la connotación que se ha hecho en los últimos tiempos acerca del carácter holístico de los procesos humanos y su relación con las variables que se encuentran en el medio ambiente. Las visiones holísticas de la sociedad toman en consideración que:

· "... toda enfermedad es en verdad un estar dividido, incompleto, y toda salud es un reencuentro de la totalidad, o de un nuevo equilibrio momentáneo" (Serrano, 1965);

· "el intelecto es, efectivamente, nocivo para el alma cuando se permite la osadía de querer entrar en posesión de la herencia del espíritu" (Jung, 1955), y

· “... la polarización es un signo de la barbarie ya que ella aleja tanto a la conciencia de las imágenes primordiales, que se sigue al colapso” (Jung, 1955)

La integración del aspecto lógico (pensar) con el aspecto erótico o simbólico (sentir) permite al ser humano tener una visión globalizada de la realidad social. El sentirse integrado (en equilibrio dinámico) permite una relación sana con las personas que nos rodean. La enfermedad, según varios autores, es un signo de la carencia de integración psíquica, esta incongruencia se manifiesta a través de la personalidad. La congruencia pensar/decir - sentir - actuar es una manifestación de integración personal que nos permite percatarnos de la calidad de nuestro equilibrio o el de otros. El amor a nosotros mismos, a los demás (ambiente social) y a nuestro ambiente natural es la única vía que existe para que se realice la integracón necesaria para nuestro equilibrio bio-psico-social. La enfermedad es sólo un indicador, una advertencia del cosmos para darnos cuenta de una carencia que impele a la necesidad de sanación mediante la integración Eros - Logos, a través del Amor. La Salud del Amor (luz y sombra) es lo prioritario.

jueves, 10 de enero de 2008

“EL TIEMPO PURO DEL INSTANTE”. La Noción de Tiempo en la Transfiguración (1)

 
Dra. Mylene F. Rivas R. (2) (3)
‘2000
Puente Einstein - Rosen“¿Por qué no preguntarse si está en vía de nacer un Barroco Posmoderno? ... se trata de atrapar en su estado naciente una nueva manera de estar juntos fundada no en la causalidad lineal o sobre una mecánica exterior (política y económica) sino en una atracción orgánica a partir de imágenes que uno comparte” 
MICHEL MAFFESOLI






RESUMEN
En estas líneas se plasma una inquietud, más que una verdad. La misma tiene su origen en la noción de la integración pensamiento/emociones como puntos clave para la aproximación a la “realidad con apariencia real” que nos rodea y, además, transita a través de la pasión energizante de su conocimiento. Trataremos de deshilar la urdimbre de esta realidad que se presenta con una máscara linealmente predecible y que, además, posee la enorme sombra de su propia impredictibilidad. Esta imprevisible realidad se nos muestra irrupcional y no lineal, razón que podría explicar una de las claves del derrumbe de las nociones temporales de la modernidad y de sus “ismos” uniformantes y polarizantes. Tal vez, la vislumbre -a través de un numen integrado al lumen- de la realidad percibida en el supremo instante posibilitaría la observación de las claves para la comprensión de las vivencias humanas posmodernas. Para Prigogine (1995), el supremo instante es una ventana al “otro lado del tiempo: la eternidad”.
Palabras clave: tiempo, eternidad, realidad, instantaneismo, transfiguración, imaginería, enteridad, totalidad, posmodernidad, psico-social.
ABSTRACT
The interest of the article have its origin in the notion of the integration between thoughts and emotions as key points of the approach that the “reality with real appearance” is around us and flows through the passion of its knowledge. This unsuspected reality shows itself as an eruption, nonlinear reason that can explain one of the key of the modernity, temporal notions and “isms” collapse. Maybe, the sight through “numen” joint at “lumen” of the reality on the supreme instant can make possible the observation of the password to the postmodern life knowledge. Prigogine (1995) said: “The Supreme Instant is a window to the other side of time: “The Eternity”.
Keywords: time, eternity, reality, imaginary, totality, postmodernity, psychosocial.
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(1) Publicado en: Revista FACES. Año 12. Nº 21. Diciembre 2001 – Junio 2002. Pp. 67-77. CDCH-UC.
(2) Profesora Titular, adscrita al Departamento de Ciencias de la Conducta, Escuela de Relaciones Industriales, FACES-UC, Universidad de Carabobo, Valencia, 1992-2013.
(3) Directora Académica de PCO´s International, CA. Líderes en Aprendizaje Organizacional. Caracas, 2005-2013.
INTROITO
Partiendo de la premisa que establece a lo imaginario como lo que tiende a convertirse en realidad, se propone esta disertación como un humilde aporte a lo que en materia de teoría psicológica en investigación social se refiere. La realidad es una urdimbre construida por la imaginería humana, es el extracto de nuestro entorno vuelto sustancia; el aporte de esta disertación radica en dar relevancia a la comprensión de lo real a través de lo irreal y de eso real/irreal convertido en totalidad. Por esta razón, partimos del tiempo –los eventos- como premisa irreal –el no lugar- desde donde construir nuestra realidad; una realidad que se convierte en totalidad cósmica en cada uno de los días de nuestra existencia.
Los análisis culturales de las últimas décadas de siglo XX, nos permiten reflexionar sobre la posibilidad de una nueva visión de los procesos sociales. Estos procesos sociales involucran a la educación, la salud, las relaciones interpersonales, etc. Todo lo que se relaciona al ser humano y a su vida es importante en la totalidad del proceso. Es relevante la connotación que se ha hecho en los últimos tiempos acerca del carácter holístico de los procesos humanos y su relación con las variables que se encuentran en el medio ambiente. Las visiones holísticas de la sociedad toman en consideración que:
  • "... toda enfermedad es en verdad un estar dividido, incompleto, y toda salud es un reencuentro de la totalidad, o de un nuevo equilibrio momentáneo"(Serrano, 1965);
  • "el intelecto es, efectivamente, nocivo para el alma cuando se permite la osadía de querer entrar en posesión de la herencia del espíritu"(Jung, 1955), y
  • ... la polarización es un signo de la barbarie ya que ella aleja tanto a la conciencia de las imágenes primordiales, que se sigue al colapso
  • ... la integración del aspecto lógico con el aspecto erótico o simbólico nos permite una visión globalizada y globalizante del asunto.
Estas concepciones de totalidad son las que guían las siguientes reflexiones; una totalidad en la que el tiempo es un ingrediente fundamental como momento oportuno, el supremo instante que nos puede estimular hacia la transfiguración.

Las Nociones de Tiempo
Prigogine nos habla de la existencia de un tiempo interno; esta premisa la detalla planteando que los sistemas inestables se guían por particiones –tendencias- y no por trayectorias definidas, la inestabilidad lleva a la no situación, se torna hacia las probabilidades, el tiempo se torna “no lugar”. Existe un tiempo particular versus un tiempo universal; hay un tiempo propio a cada individuo, a cada población, a cada proceso, hasta el infinito; entonces, el presente es una recapitulación del pasado y una anticipación del futuro, de hecho, el pasado de algunos fue futuro de otros, un eterno “ahora”.
Prigogine citando a Carnap, 1983, plantea: “Una vez Einstein dijo que el problema del “Ahora” le preocupaba en serio”. Él explicaba que la experiencia del Ahora significa algo especial para el hombre, algo esencialmente diferente del pasado y el futuro, pero también plantea, a su vez, que esta diferencia importante no ocurre y no puede ocurrir dentro de la física. El surgimiento de la teoría de la relatividad que ubica al tiempo en consonancia con el punto de vista del observador brindó al mundo occidental una nueva visión del mismo: aquella que nos permite pensar al tiempo como instantaneismo ó eterno presente. Esta visión permite, a su vez, observar al hombre relacionándolo con la situación vivida en el aquí y el ahora y no con su porvenir. También nos permite pensar en un punto de equilibrio entre lo que somos y lo que deseamos ser.
Para Prigogine (1995), el “ahora” es el supremo instante o una ventana al “otro lado del tiempo: la eternidad”. “Si todo tiempo es presente entonces todo el tiempo es irrescatable” –2ª ley de la termodinámica (sistemas complejos caóticos e irreversibilidad de los fenómenos) La concepción cartesiana del tiempo que dio origen al reloj -Descartes y Newton- ha sesgado la visión del mundo, ha reducido a una linealidad secuencial -pasado, presente y futuro- la capacidad de percibirlo. El Logos Cronológico –lo racional per sé- impera como deidad sobre la humanidad; la humanidad revestida de Logos proyecta la enorme sombra de lo imprevisible, lo puramente emocional –la dispersión profusa de emociones- En la vivencia de esta sombra (evidentemente emocional) yace la venganza del Dios Logos profanado y agregaríamos además que a través de la negación de Eros –lo emocional per sé- nos condenamos a vivir su eterna oscuridad; lo irracional -por ejemplo los fundamentalismos.
La concepción de Heidegger, según Prigogine, es más platónica; se deriva de un tiempo que permite Ser en un constante convertirse. En esta apreciación la idea de irreversibilidad es más compatible. Pasado y futuro parecen desaparecer en el presente; “...la existencia de un universo evolutivo, tiempo-irreversible parece apuntar a un concepto más sutil de tiempo”. Talbot, 1985, lo plantea con un dilema imaginario: “Si alguien retrocede en el tiempo y mata accidentalmente a sus tatarabuelos, ¿qué le ocurre al viajero del tiempo? ¿Está vivo o muerto? Tal vez es como el gato de Schödinger. Aquello que se cree se convierte en realidad y todos los pasados, presentes y futuros posibles son como canales diferentes en un aparato de televisión”. Prigogine, 1983, termina aseverando: “La nueva descripción del tiempo pone en una nueva perspectiva a la ciencia. Esta cuestión no podría tener ningún significado en un mundo visto como un autómata. Adquiere significado en una visión en que el tiempo es una construcción en la que todos participamos”.

Tiempo e imaginería
Para Octavio Paz, 1996: “..., la sucesión temporal ya no domina nuestra imaginación... vivimos en una conjunción de tiempos y espacios, sincronización y confluencia, que convergen en el ‘tiempo puro del instante’”. Paz propone un tiempo que reconoce a la muerte, a la cual negaba el culto moderno al futuro, al progreso; pero también abraza la intensidad de la vida; propone a su vez, la reconciliación del lado oscuro y el lado luminoso de la naturaleza humana. “La paradoja del instante radica en que es todo el tiempo y la ausencia del tiempo simultáneamente. Está aquí y desaparece. Es el punto de equilibrio entre el ser y el convertirse... Yo creo que el instante puede constituir un punto de la partida para una nueva unidad”. Lo que Maffesolí denomina la “enteridad”.
Este planteamiento de Paz fundamenta nuestras ideas; el supremo instante concebido como Vacío -infinito y repetición al unísono- faculta la visualización, desde otro “lugar” –lo propio, las emociones, los sentimientos, las interconexiones y lo otro- una nueva realidad –imagen de urdimbre, de trama-, quizás virtual pero no-menos real. Esta realidad plagada de imágenes que nos permiten sentirla como propia y que es compartida por los otros. El surgimiento de un ideal comunitario, donde se le dé importancia a lo emocional o afectivo, el compartir el afecto que se dispersa en lo social.
Con la finalidad de explicitar nuestra concepción del asunto proponemos varias imágenes mitológicas; debemos recordar que en el mito -y en los arquetipos ligados a él- puede estar la salida a nuestra crisis de sentido de lo social. Una de las imágenes que utilizaremos es la Transfiguración de Cristo relatada en la Biblia, este suceso denota a través de la euforia de los Apóstoles y su ensimismamiento –por analogía metafórica- la existencia de esa visión instantánea para darnos cuenta del sentido de esa otra realidad: la eternidad, contrapuesta al tiempo lineal. Esta otra realidad, hasta los momentos, ha permanecido inconsciente; ella, en sí misma, unifica lo propio y lo otro en una “subjetividad transformada”, la cual se podría convertir en subjetividad compartida.
“Morir” a esa subjetividad lineal de la modernidad sería según el planteamiento de Hesse (1973) como “caer en el Inconsciente Colectivo de Jung para desde ahí, alguna vez, retornar a la forma, a las formas...” Formas que sólo poseen imagen en las metáforas percibidas a través de nuestra transfiguración –la que implica morir y resucitar- y, además, posee vestigios del pasado, presente y futuro de la humanidad en un supremo instante vacío, caótico, emocional, luminoso y numinoso a la vez.
Con la finalidad de describir esta situación y para la posterior comprensión de la conjunción de las imágenes aseveramos que la realidad se despliega ante nosotros como polaridades contrapuestas; un ejemplo de ello sería la idea de postmodernismo versus modernismo, la del conocimiento intuitivo versus el racional ó -en la tradición oriental- la del Yin y el Yan –acción sensible, “consolidadora” y cooperadora (“eco-acción”) versus actividad agresiva, expansiva y competitiva (“ego-acción”)- Es necesario para nuestro equilibrio psicológico, expresado como energía vital o “trama de la vida”, lograr una integración –coniuntio- de estas imágenes en una totalidad que podamos comprender y asimilar –unus mundus o matrimonio sagrado- como algo propio y a la vez compartido por la humanidad –el humus que nos torna humanos.

Tiempo y la noción de transfiguración
Ahora ¿cuál es el lugar de la transfiguración en esta fugaz iluminación del sentimiento/pensamiento? Pensamos en una reflexión que nos permita delinear los alcances de la transfiguración y cuyo punto de partida lo constituya la lectura de los eventos del mundo antiguo y sus implicaciones expresadas en el descubrimiento del hilo unificador de la diversidad cultural; en este contexto, luce imprescindible el referente de la religión en la concepción de Debray conectarnos de adentro hacia afuera. Señalamos entonces, que no por casualidad el Templo de Venus fue erigido por los romanos en el mismo lugar donde fue crucificado Jeshua “El Cristo” –Gólgota, Jerusalén. Luego el “correr del tiempo” ese mismo Templo fue derrumbado (Año 600 DC) y allí mismo fue construido el “tiempo”... perdón, el templo, que es hoy una Iglesia Cristiana en honor a la Muerte y Resurrección de Cristo. Este suceso, en sí mismo, podría percibirse como la integración de estas dos imágenes ancestrales en una totalidad que albergue lo femenino y lo masculino –la “eco-acción” (intuición) y la “ego-acción” (racionalidad) ¿Cómo sería esto?
Antes de entrar en el camino de las imágenes para denotar la disertación, se debe advertir que la Psicología es un todo muy complejo y que toda aproximación es reductiva, para Risquez “los engramas no son la cosa misma”, sin embargo de lo que se trata aquí, es sólo de una aproximación a la realidad plagada de imágenes, las cuales Jung denominaba arquetipales, presentes en el Inconsciente Colectivo.
Comenzamos con la aproximación a la imagen arquetipal de Venus (Afrodita) A ella la visten las Horas para poder entrar al Olimpo -la femme necesita tiempo para su belleza y el amor - este indicio evidencia que ella, por lo tanto, es una Diosa sin tiempo cronológico; representa lo atemporal o la temporalidad subjetiva (femenino); mientras que Cristo es la representación –en virtud de su imagen redentora- de la esperanza en el futuro o la temporalidad cronológica objetiva (masculino)
Los dos eventos (la construcción / destrucción y reconstrucción de los templos), no necesariamente dicotómicos –mejor aún sincrónicos-, en sí mismos, describen una casualidad causal, fundamentalmente la imagen de integración de lo masculino (Cristo) con lo femenino (Venus) en un proceso de muerte y resurrección transfigurante que implicaría un cierto darse cuenta de la conjunción de las imágenes en una totalidad que nos habla de integración. Este percatarse trae, en primer lugar a nuestro sentimiento (emoción del evento) y luego a nuestro pensamiento (reflexión del evento), según el planteamiento de Paz (1996), la noción de un Nirvana o de “algo real, más allá de la realidad aparente”. Tal vez la eternidad que nombra Prigogine.
Este darse cuenta –siempre repentino, irrupcional, instantáneo y radicado en el eterno presente- sugiere la oportunidad de dar forma o sentido a la realidad desde el sentimiento (desde Eros lo Femenino) sin desvirtuar el pensamiento como arquitecto del hogar. Esta apreciación se expresa en la premisa que plantea: “el amor hace disolver siempre la cronología”, por ejemplo: nadie cuenta los minutos que dura un beso, “tiene que morir el tiempo para que nazca el deseo”, en un instante amoroso –entiéndase absolutamente conectado a Eros- podemos darnos cuenta de la realidad que encierra en sí misma propiedad y otredad.

La noción de tiempo en relación con la “enteridad”
Para fundamentar esta idea mencionaremos a Maffesoli (2000) quien plantea que la palabra postmoderno encierra la idea de heteronomía, hay una dependencia entre los seres humanos, así entonces, “Yo existo en el espíritu y por el espíritu del otro”; es decir, no nos podemos entender sin el otro (alteridad); existe, según este autor, un principio relacionista en el crecimiento tribal o local. Planteamos la idea de que subsiste una correspondencia de los eventos en el tiempo –sincronicidad- que nos permite relacionarnos con nosotros mismos y con el otro y, a su vez, que nos reafirma como seres humanos.
Por lo tanto la transfiguración instantánea -resultante del darse cuenta- partiría de la integración del Logos (masculino), representado por Cristo, con el Eros (femenino), representado por Afrodita, hacia la unificación que los convierte en lo que realmente sentimos que sean, una totalidad. Es decir, los eventos asumen una forma momentánea para poder entenderlos, asimilarlos, descifrarlos, se da significado a lo que no lo tenía y podemos aseverar –aunque sea por un instante- que eso que hemos percibido es la realidad; una realidad que integra lo Ético (lógico) con lo Estético (erótico) –asumiendo a Logos como una entidad que da estructura, discriminación y juicio y a Eros como la energía interconectante.
Así es como la integración sentimiento / pensamiento nos lleva a la acción; se diría que la misma nos permite percibir la realidad en lo propio –ego- y lo otro –eco-. No Logos puro... no Eros puro, sino la integración sincrónica de ambos; es de esta forma que podemos atrapar nuestra realidad, aunque sea por un instante. La sincronicidad, término introducido por Jung en psicología que Von Franz alude como Kayrós o el tiempo interno (tiempo alquímico ó astrológico); según Peat, 1988 “... actúa como un espejo, un espejo en el que se refleja el plegamiento y desplegamiento constante del universo a partir de su fundamento... Cada amanecer es nuevo y a la vez el mismo”. La sincronicidad devela la mente entre lo interno y lo externo
En clave epistemológica se representaría como la imagen de una unidad frente a una pluralidad concebida más allá de apariencia uniformante de los “ismos” en decadencia. De las ruinas de los “ismos” -ubicados en el Logos- podrían surgir las claves de una nueva “ética fundante”, sustentada en la estética –ubicada en el Eros-. De la combinación transpersonal y transdisciplinaria de Venus (Afrodita) imagen “universal” de la Estética con Cristo imagen “universal” de la Ética, con sus dioses referenciales, en la diversidad cultural (Buda, Saratrusta, Ochún Colé, Astarté, etc.); podría surgir en el “tiempo puro del instante” el “hilo unificador” que diera sentido a este Khaos, caldo de cultivo de una –otra- realidad, entendida como trama, tejido o totalidad.
"El chino sabio diría, que cuando Yan ha alcanzado su máxima fuerza va a nacer en su interior el oscuro poder del Yin, pues al mediodía comienza la noche y el Yan se rompe cambia en Yin" (Jung, 1955) La física de este milenio ha demostrado que el átomo posee un modelo dinámico en el cual no existen entidades aisladas sino partes integrales de una red de interconexiones inseparables -teoría quántica-; y además, plantea que la realidad es como un sistema de "ondas interactuantes" -teoría del caos- y, más que objetos separados e independientes, existen en el universo ondulaciones moviéndose sobre ondulaciones sin límites posibles.
Este modelo hace posible que la concepción de los procesos sociales como un todo, posea significación en un contexto global. Es decir, da cabida a una concepción que posea connotaciones utópicas (u-topos es igual a no-lugar) que estaría referida al contexto medio ambiental donde surgiese, vinculando su significación -en el espacio y en el tiempo- al desarrollo del resto de la humanidad.
Vaughan, 1991 establece: “El viaje de la conciencia hacia la totalidad se inicia con la autoconciencia y sigue un desarrollo que, atravesando la súper-conciencia, llega a la auto-trascendencia”. La unilateralidad nos impulsa al deseo de la integración de los opuestos, ése es su fin, quedarnos en ella sería tanto como negar la integración caótica y cuántica de los opuestos complementarios -llámese luz y sombra. Jung, 1955 plantea "Por lo tanto, nunca dejo de reconocer la paradoja y la popularidad de lo viviente. Los opuestos siempre se equilibran -un signo de alta cultura- mientras que la unilateralidad, aunque presta siempre impulso, es por ello un signo de barbarie". Cuando analizamos los procesos sociales solamente desde la perspectiva lógica estamos en la grave posibilidad de equivocarnos; la integración del aspecto lógico con el aspecto erótico o simbólico nos permite una visión globalizada y globalizante del asunto.

Postfacio
Para concluir, argumentamos que la razón -sin razón- de los procesos humanos es la interconexión del interior del individuo con su contexto social, ambiental, universal, cósmico o como quieran llamarlo. Entender esta trama urdida por la vida misma es un proceso interminable que nos lleva a la comprensión de las imágenes arquetípicas de nuestro inconsciente individual y colectivo; y nos estimula a seguir el camino viviente de nuestro curso espacio temporal; para así, en eterno retorno, “en el tiempo puro del instante” volver a equilibrar opuestos complementarios en esta aparente realidad que denominamos planeta tierra. Es importante resaltar la sabiduría del indígena americano: “no somos dueños de la tierra sino sus siervos”. El cosmos es nuestra madre, una madre emotiva y debemos con-vivir con ella y conocerla a través de sus imágenes para entender su dinámica y transfigurarnos para luego integrarnos en el supremo instante.
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Peripecias de la Vida 1

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