Juan Pedro, en Espiritualidad Práctica, nos habla sobre el Dragón diciendo (2016):
"Si hay un animal
mitológico cargado de simbolismo este es, sin duda, el dragón. Ahora bien, el
enfoque que se da al mismo en oriente y en occidente parece, en principio, muy
dispar. Vamos a analizar ambos por separado para luego intentar fundir los dos
enfoques.
En China el dragón representa poder y hasta el emperador está simbolizado por él. El dragón, dueño del rayo, la tormenta y la tempestad, es quien trae el agua a la tierra y permite así la fertilidad de los campos. Es dador de vida, une cielo y tierra al hacer que lo que proviene del primero, la lluvia, fecunde la tierra. En la India el dragón se identifica con Agni, señor del rayo que supone el principio de todo.
Pero en nuestras tierras occidentales el dragón se asocia a lo demoníaco, al mal, a la destrucción, a la impiedad. Sin embargo, este enfoque es demasiado simplista para que sea aceptado sin más, sobre todo si tenemos en consideración que el bien y el mal no son más que parámetros mentales útiles para movernos en una tercera dimensión, pero el simbolismo es el lenguaje de dimensiones superiores.
Ya en la cultura helénica el dragón representa el guardián de tesoros escondidos y a él debemos enfrentarnos para ser capaces de acceder a los mismos. Pero ¿qué esconde ese tesoro que guarda el dragón para que los occidentales le tengamos tanto temor, para catalogarlo incluso de demoníaco?
El dragón encierra nuestra parte de sombra, eso que hay en nosotros y que, pese a la fuerza interna que tiene, no queremos aceptar pero que está allí. La sombra es una realidad del mundo dual que nos hace que si amamos a algo odiamos a lo contrario, que si deseamos esto, evitamos aquello. La pureza no puede existir en un mundo dual y de eso es de lo que se encarga el dragón, en decirnos que hay parte de sombra en nosotros.
La famosa idea del amor incondicional sólo es posible si no hay sombra, y porque no es siempre posible vivir así, tememos al dragón. En resumen: el dragón defiende todo aquello que no queremos ver, por eso se le teme. ¿Qué es entonces vencer al dragón? Es alcanzar la pureza del sentimiento y pensamiento no dual, es afrontar la vida desde una posición de autentico Iluminado, es trascender de nuestra condición humana para empezar a entrar en la dimensión Espiritual.
Veamos dos ejemplos para que quede más claro esto. Si vemos la imagen que se
muestra se puede ver como la cristiana Virgen María, está sobre el lomo de un
dragón.
Ello
indica que la Entidad Mariana ha trascendido su condición humana y su grado de
Luz no genera sombra. Controla toda la Fuerza, incluso lo que para nosotros es
la parte oscura. Es así directriz del Ser y vencedora de la sombra, pero no
por una derrota infringida como si de una batalla se tratase, sino por ser
capaz de tener un grado de Amor, de pureza, que no supone contrario alguno.

Pero hay algo más curioso. Si comparamos esa imagen con la que se muestra ahora y que representa a Kwan Yin, Entidad de culto de la China budista, vemos que ésta también cabalga sobre un dragón, es decir que nos muestra el mismo mensaje.
Culturas
tan separadas como la nuestra y la del Extremo Oriente nos muestran un
simbolismo parecido a la hora de reflejar el rostro femenino de la Divinidad,
luego la coincidencia no puede ser casual, sino más bien refleja la causa en
común que hemos señalado.
En cada uno de nosotros, en la medida que generamos sombra al vivir dualmente, hay un dragón. De nosotros depende ser destruidos por él o bien cabalgar sobre sus lomos como hace Kwan Yin o la Inmaculada Virgen María".
Los
celtas creían que donde pasaba, se posaba o vivía un Dragón eran centros de
fuerza cósmica o terrenal, esta fuerza generaba poder sobre todo a los magos
cuyos influjos astrales dominaban a los seres humanos. Están ligados a la
naturaleza y sus poderes. Los héroes luchaban contra ellos y los vencían o los
utilizaban como aliados en sus batallas. En algunas culturas el dragón es
símbolo de sabiduría y creación (nacimiento-muerte-reencarnación).
También, el Dragón está relacionado con la imagen de la sombra en la psique. Es el demonio dentro de nosotros que debemos observar, de lado, para incorporar de él sólo el aprendizaje que nos permita llegar a la iluminación. La sombra es uno de los arquetipos psicológicos estudiados por Carl Jung, quien la definía así:

El Dragón sería entonces, desde el punto de vista mitológico, esa imagen majestuosa de algo que no nos gusta de nosotros mismos y, por lo general, lo proyectamos en los demás. No es nada fácil encontrarlo dentro de nosotros; pero es absolutamente necesario para auto-conocernos y desarrollarnos como seres humanos sanos. Jung decía:
"Es trágico
ver con frecuencia como un hombre bulliciosamente estropea su propia vida y las
de otros y sigue aún completamente incapaz de ver cuánto de la totalidad de su
tragedia se origina en él mismo, y como continuamente la alimenta y la mantiene
viva. No conscientemente, por supuesto -aún así conscientemente se compromete
en lamentar y maldecir a un mundo infiel del cual se aleja cada vez más. Más bien, es un factor inconsciente el que
teje las ilusiones que disfraza su mundo. Y lo que está tejiéndose es un capullo,
que al final lo envolverá completamente"...
Por otra parte, Jung pensaba:
Pero ¿qué podían haber
hecho? En Hitler, cada alemán había
visto su propia sombra, su propio peor peligro.
Es el destino de todos para hacer conciencia y aprender a entenderse con la
sombra. Pero ¿cómo podían los alemanes
esperar comprender esto, cuando nadie en el mundo puede entender tan simple
verdad? El mundo nunca logrará un estado
de orden hasta que esta verdad sea generalmente reconocida. En tanto, nos entretendremos con la aparición
de toda suerte de razones externas y secundarias ya que no podemos lograrlo,
aunque sabemos suficientemente bien que las condiciones dependen mucho más de
la forma en que la tomemos. Si, por
ejemplo, la Suiza Francesa asumiera que la Suiza Alemana estuviese llena de
maldad, nosotros en Suiza podríamos tener la más grande guerra civil de todos
los tiempos, y podríamos también descubrir las más convenientes razones
económicas por las cuales tal guerra era inevitable. Bueno, no sólo nosotros, ya que aprendimos
nuestra lección hace más de 400 años.
Concluimos que es
mejor evitar guerras externas, cuando volvimos a casa y asumimos la lucha con nosotros mismos. En Suiza hemos formado la atmósfera de una "democracia perfecta", donde nuestros instintos bélicos se consumen en la forma de riñas domésticas llamadas "vida política". Peleamos mutuamente dentro de los límites de la ley y de la constitución y estamos inclinados a pensar la democracia como un estado crónico de guerra civil mitigada. Estamos en guerra de estar en paz con nosotros mismos: por el contrario, nosotros nos auto peleamos y odiamos ya que hemos logrado pelear internamente. Nuestro comportamiento aparentemente pacífico sirve para resguardar nuestras riñas domésticas de intrusos extraños quienes pueden perturbarnos. Hasta ahora lo hemos logrado pero falta todavía un largo camino hasta la meta final. Tenemos todavía enemigos en el género humano, y no hemos aún hecho funcionar al interior de nuestras desarmonías políticas. Todavía laboramos bajo la insana desilusión de que deberíamos estar en paz dentro de nosotros mismos. Aún incluso nuestro estado nacional, mitigado de guerra finalizaría pronto si todos pudiesen ver su propia sombra y ésta sería la única lucha que tiene realmente un mérito total: la lucha contra el opresivo poder conductor de la sombra. Tenemos un tolerable orden social en Suiza porque luchamos contra nosotros mismos. Nuestro orden sería perfecto si solamente cada uno pudiese dirigir su agresividad al interior, dentro de su propia psique. Desafortunadamente, nuestra educación religiosa nos previene de hacer ésto, con sus falsas promesas de una paz inmediatamente interior. La paz puede venir al final, pero sólo cuando la victoria y la derrota hayan perdido su significado. ¿Qué pensó nuestro Señor cuando dijo: 'Yo no vine a traer la paz, sino la guerra'?"...
mejor evitar guerras externas, cuando volvimos a casa y asumimos la lucha con nosotros mismos. En Suiza hemos formado la atmósfera de una "democracia perfecta", donde nuestros instintos bélicos se consumen en la forma de riñas domésticas llamadas "vida política". Peleamos mutuamente dentro de los límites de la ley y de la constitución y estamos inclinados a pensar la democracia como un estado crónico de guerra civil mitigada. Estamos en guerra de estar en paz con nosotros mismos: por el contrario, nosotros nos auto peleamos y odiamos ya que hemos logrado pelear internamente. Nuestro comportamiento aparentemente pacífico sirve para resguardar nuestras riñas domésticas de intrusos extraños quienes pueden perturbarnos. Hasta ahora lo hemos logrado pero falta todavía un largo camino hasta la meta final. Tenemos todavía enemigos en el género humano, y no hemos aún hecho funcionar al interior de nuestras desarmonías políticas. Todavía laboramos bajo la insana desilusión de que deberíamos estar en paz dentro de nosotros mismos. Aún incluso nuestro estado nacional, mitigado de guerra finalizaría pronto si todos pudiesen ver su propia sombra y ésta sería la única lucha que tiene realmente un mérito total: la lucha contra el opresivo poder conductor de la sombra. Tenemos un tolerable orden social en Suiza porque luchamos contra nosotros mismos. Nuestro orden sería perfecto si solamente cada uno pudiese dirigir su agresividad al interior, dentro de su propia psique. Desafortunadamente, nuestra educación religiosa nos previene de hacer ésto, con sus falsas promesas de una paz inmediatamente interior. La paz puede venir al final, pero sólo cuando la victoria y la derrota hayan perdido su significado. ¿Qué pensó nuestro Señor cuando dijo: 'Yo no vine a traer la paz, sino la guerra'?"...

¿Qué opinarías tú al respecto?
¡Hasta pronto mis queridos lectores!!!
Mylene Rivas
Bibliografía:
Jung, Carl (1964): La psicología de la transferencia. Buenos
Aires: Editorial Paidós. 198 p.
.……….…. (1979): Collected
works. Bollingen Series XX. Princeton: